viernes, 9 de marzo de 2007

Hormigas humanizadas

Las hormigas, insectos himenópteros, como las abejas y las avispas, forman sociedades maravillosamente estructuradas, y muestran comportamientos que, ante la ignorancia, creeríamos humanos. He aquí algunos ejemplos:


La agricultura y los pesticidas.
Las especies conocidas como hormigas arrieras o cortadoras, pertenecientes al género Atta todas ellas, reciben su nombre vulgar debido a que cortan pedazos de hoja y los transportan hasta sus hormigueros, donde los usarán como medio de cultivo de los hongos de los que se alimentan, tras trocearlos y humidificarlos. Además, en los cuerpos de algunas de estas especies se han hallado receptáculos en los que crían bacterias a las que alimentan con secreciones de su propio cuerpo. En caso necesario, pueden utilizar a estos microorganismos como pesticidas para defender sus hongos del ataque de parásitos. Son habitantes del continente americano y pueden resultar plagas muy destructivas.


El pastoreo
Si hay hormigas que se dedican a la agricultura, no pueden faltar las que se dediquen a la ganadería. Los pulgones o áfidos son unos insectos que constituyen la familia Aphididae. Son parásitos de las plantas, y se instalan preferentemente en las zonas más tiernas de estas para clavar sus bocas con forma de estilete y sorber la savia. Exudan por el extremo de su abdomen gotitas de un fluido dulce que agrada a las hormigas, las cuales los ordeñan y cuidan, defendiéndolos de las agresiones de otros bichos.


El esclavismo
Existen algunas especies de hormigas, como por ejemplo Rossomyrmex minuchae, que cada año realizan algunas incursiones en los hormigueros vecinos de otras especies, capturando larvas y pupas que luego criarán en su propio nido, para utilizarlas cuando completen su desarrollo a modo de obreras. Algunas de estas especies pueden sobrevivir sin realizar esta práctica, pero otras dependen totalmente de las esclavas que capturan en sus redadas.


La guerra, las conquistas y las reconquistas
Las hormigas son insectos territoriales, y no es raro que se produzcan enfrentamientos entre individuos de distintos nidos, aun siendo de la misma especie. A veces, los enfrentamientos adquieren la magnitud de guerras. Réaumur, eminente físico y naturalista francés del siglo XVIII, en su Historia Natural de las Hormigas, relata una batalla de proporciones épicas. Podemos darle más o menos crédito, pero he creido interesante citarlo aquí.

...hay ocasiones en que hormigas de diferentes especies entran en combate por la posesión de un árbol. Tal batalla, quizás la más memorable de recordar, fue referida y gratamente descrita por Eneas Silvius, que posteriormente fue papa bajo el nombre de Pío II. [...] Ocurrió en los alrededores de Bolonia, y un viejo peral fue el campo de batalla y el motivo del conflicto. Algunas hormigas pequeñas habían encontrado sustento en él, pero unas hormigas más grandes decidieron expulsarlas, matando a algunas de ellas y obligando a otras más a escapar. Estas últimas llegaron a su hormiguero, informaron a sus camaradas del grave e injusto tratamiento que habían recibido, y solicitaron su ayuda para asegurarse la venganza. Dos horas más tarde un ejército abandonó el hormiguero, y el número de los combatientes cubrió la tierra de las cercanías del peral hasta que quedó ennegrecida de ellas. Las hormigas pequeñas subieron valientemente al árbol, donde las más grandes las esperaban sin miedo. El primer choque fué severo, siendo las usurpadoras superiores en fuerza, y las otras en número. Había más de veinte de estas últimas por cada una de las primeras. Sin embargo, las pequeñas sufrieron mucho en el primer ataque, y murieron tantas que un montón de cuerpos muertos cayeron al suelo al pie del árbol; pero finalmente, las hormigas pequeñas se sobrepusieron y quedaron como dueñas del peral. Batallas menos mortíferas se dan frecuentemente entre hormigas de distintas especies, o simplemente entre colonias diferentes de la misma especie cuando una parte desea tomar posesión del un árbol la otra desa forrajear libremente en él.

Sólo falta la banda sonora.

En la fotografía pueden observarse dos hormigas luchando en una guerra entre colonias.
La mayor ha perdido el abdomen, que contiene gran parte de los órganos vitales, pero a pesar de ello no se rinde. La imagen ha sido tomada de los foros de La Marabunta.




Los zombis
Éste es un caso aparte, por no ser exactamente algo resultado de una acción de las hormigas, sino de una acción ejercida sobre ellas. Pero al fin y al cabo, un zombi no posee voluntad alguna, estando totalmente sujeto a la voluntad su amo, y precisamente así les ocurre a las hormigas zombis. La diferencia entre ellas y el hombre es que en nuestro caso también los brujos que controlan al muerto viviente son humanos, mientras que en el suyo el responsable del hechizo es un parásito en una de sus múltiples fases de desarrollo: la duela menor del hígado, mundialmente conocida como Dicrocoelium dendriticum. Este animal pertenece a la clase de los Tremátodos, del filo de los Platelmintos, al igual que la conocida tenia o solitaria. Las formas adultas habitan generalmente el hígado de herbívoros rumiantes, como las ovejas. Sus huevos son expulsados al exterior por las heces y, si las cosas van bien, serán ingeridos por el primer hospedador intermediario, un caracol terrestre. En su interior, los huevos eclosionan y los pequeños engendros nacidos de ellos pasarán por diversas etapas: esporocisto, redia, y cercaria. Las emprendedoras cercarias serán las que volverán a salir al exterior, esta vez en el interior de bolas de mucus fabricado por el caracol. Estas bolas son en realidad el objeto maldito que las inocentes hormigas comerán permitiendo al parásito evolucionar en su interior a metacercaria, forma que afectará al sistema nervioso de la hormiga de modo que, utilizando sus mandíbulas, se sujetará a alguna brizna de hierba y quedará paralizada, a la espera de que la devore el hospedador definitivo, alguna oveja despistada o tal vez un ciervo, completándose el ciclo. El control que ejerce la metacercaria sobre la hormiga está relacionado con la temperatura: durante las horas más calientes del día, que coinciden con el momento en que el objetivo final probablemente estará rumiando la comida que ingirió en horas más frescas, la parálisis cesa y la hormiga reanuda, por un tiempo, sus actividades habituales.




La edición española de Historia Natural de las Hormigas, la obra en la que Réaumur relata la batalla transcrita unas líneas antes, está comentada en este mismo blog: #click#.

sábado, 3 de marzo de 2007

Un poco de ecología

Todos tenemos nuestra particular visión de las cosas, vemos la belleza en lugares diferentes, nuestras mentes observan desde diversos ángulos de vista... Un paseante cualquiera verá un bonito paisaje cuando saque a pasear a su perro por el campo; un fotógrafo o un pintor tal vez aprecien la estética de las luces y las sombras, los colores y las formas; un amante de los pájaros oirá el canto de estos y apreciará cualquier rastro suyo entre las malezas y las ramas de los árboles y un constructor verá un estupendo lugar donde ubicar un campo de golf y una urbanización. ¿Qué vería un ecólogo?.

Viñeta tomada de la revista científica y técnica
de ecología y medio ambiente ECOSISTEMAS
http://www.revistaecosistemas.net


Desde siempre el ser humano se ha dedicado a elaborar clasificaciones que le permiten ordenar mejor sus conocimientos. Pueden ser de naturaleza muy diversa, y con frecuencia las fronteras entre las distintas clases pueden ser algo indefinidas. En el caso de la ecología, la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos con su ambiente (incluyendo el resto de seres vivos), se pueden seguir diversos criterios para definir múltiples subdivisiones: podemos considerar el ambiente (terrestre, acuático...), sociológico (pura, aplicada), podemos clasificar según el método de estudio empleado y de otras formas. La forma clásica es la división entre autoecología, demoecología y sinecología. Una más, discutible hasta cierto punto, obviamente, pero que aquí comentaré.

La autoecología podría definirse como la ecología de los individuos o de las especies, esto es, el estudio de la relación de una especie en concreto con su medio ambiente. Ramón Margalef, en su libro Ecología, dice que más bien vendría a ser una fisiología al aire libre. Entre los archivos de Ciencia en Red tenemos un artículo que tal vez pudiera entrar, al menos en parte, dentro de este campo, al versar sobre el fenómeno del polimorfismo en Ischnura graellsii en función de su interacción con otros miembros de su propia especie.

El objeto de estudio de la demoecología son las poblaciones. Ya no estudiamos los individuos de una especie en particular, ahora manejamos poblaciones como entes dinámicos, que crecen y decrecen, interaccionando con otras poblaciones y con el medio físico, y ejerciendo una influencia sobre estos a la vez que siendo influidas. Los modelos matemáticos surgen con frecuencia en este campo, y en los libros de texto sobre este tema hallamos multitud de interesantes gráficos que ilustran la evolución de una población en número de individuos en función del tiempo u otras variables. En este mismo blog hay una pequeña entrada cuyo tema pudiera considerarse ejemplo de esta parte de la ecología.

Si la autoecología estudia a los individuos y la demoecología las poblaciones, la sinecología sube un peldaño más allá y se centra en el estudio de los ecosistemas como un todo, como sistemas complejos que evolucionan con el tiempo, variando las relaciones entre sus partes internas; produciéndose flujos de materia y energía según determinadas pautas; interaccionando con otros ecosistemas, o tal vez pudiendo considerarse, junto con ellos, parte de un ecosistema superior. Etcétera, etcétera. Lamentablemente, por el momento, no disponemos de ningún artículo que pueda considerarse relacionado, aunque esperemos poder arreglarlo en poco tiempo.

Si nos fijamos en el cuadro del presunto ecólogo de la viñeta que aparece unas líneas más arriba, tomada prestada de la revista Ecosistemas (en la cual pueden hallarse muchos artículos serios y lectura recomendable) podremos deducir que probablemente se dedique precisamente a la sinecología. Cada uno de los recuadros que dibuja pudiera ser perfectamente algún elemento del ecosistema que tiene ante sí, por ejemplo los componentes de una red trófica, y las flechas que unen los susodichos representarían el modo en que se establecen las relaciones. Mientras tanto, el otro pintor tan sólo ve un vulgar árbol, sin apreciar todo lo demás, lo cual parece un punto de vista bastante pobre. Aunque sea sólo para poder disfrutar con la contemplación de las flechas, y descubrir lo que hay más allá, ya vale la pena estudiar ecología. ¿No?.